Lawrence, el gran Lawrence, recreando y adaptando tácticas militares. Pocas veces vemos al personaje como un estratega militar, sopesando bajas y objetivos, efectividad en el golpe y suministros. Pero eso fue. Además de creer en los tipos para los que trabajaba, era un militar inteligente (existen, y muchos, a pesar de esconderse). Y, a pesar de que visto desde la perspectiva de lo políticamente correcto por estos lares, se le ve como un héroe.
Yo devoré su libro (los siete pilares de la sabiduría)y me encantó el sincero acercamiento a otra gente que expresaba. Sentía que era correcto ver a los diferentes como superiores a tí para después encontrar que son iguales. Me convención de ello.
Lawrence siempre fue un soldado británico. Podía creer en lo que escribía. Pudo luchar por «el bien de los árabes». Pero, como dicen ellos, al final del día, seguía siendo un soldado a las órdenes de su coronel. Pudo sacrificar su conciencia porque su obediencia siempre estuvo allí.
Tuvo mucho que ver con la dinastía de la que hoy hablan todos los que se dedican a esto de lo novedoso. Y la doble moral, el doble rasero para juzgar a los buenos y a los malos, sigue ondeando, aunque sea a media asta, por encima de todos nosotros.
Ni hay nada nuevo bajo el sol, ni todo es tan sencillo como dice el discurso de los periodistas y políticos. Probablemente en eso consisten sus profesiones.
«El esfuerzo de estos años por vivir y vestir como los árabes, e imitar sus fundamentos mentales, me despojó de mi yo inglés, y me permitió observarme y observar a Occidente con otros ojos: todo me lo destruyeron. Y al mismo tiempo no pude meterme sinceramente en la piel de los árabes: todo era pura afectación. Fácilmente puede convertirse uno en infiel, pero difícilmente llega uno a convertirse a otra fe.» (Los siete pilares de la sabiduría)
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