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Blog de Luis Rull, donde lleva escribiendo desde 2003 sus ocurrencias, opiniones y andanzas por todo el mundo con mucha gente.

  • Día de los difuntos

    Recordamos a todos nuestros difuntos con tristeza, pero también con alguna sonrisa por los buenos momentos que nos dieron, por algunas gracietas y por todo lo que nos quisieron.

    Muchas cosas buenas que tenemos se las debemos a ellos, y no todas las familias pueden decir lo mismo.

    Pensad hoy, día de los difuntos, en las cosas buenas que hicieron y en los momentos divertidos que os dieron.


  • De peajes, prejuicios y libertad. ¡Solzhenitsyn vive!

    Reviso los libros de una de mis librerías de segunda mano en Sevilla. Veo un libro de Solzhenitsyn, «El primer círculo«, un libro que no tengo y que tampoco compró mi padre. La primera novela de este gran autor ruso trata sobre un matemático encerrado en un campo de trabajo científico durante el estalinismo.

    El libro es viejo, una edición en pasta dura de la editorial Bruguera de 1972. Dudaba si comprarlo pero al leer lo que su antiguo dueño había escrito en la primera página, me decidí:

    «este libro lo encontramos en algún sitio.
    yo no lo hubiese comprado»

    Cita manuscrita en el libro «El primer círculo»

    ¿Qué podría hacer que una persona escriba eso sobre un libro que se lleva a casa pese a ser un tocho pesado (600 páginas)?

    Una mente tópica y vulgar saltaría inmediatamente por el argumento prosoviético que identificaba a Solzhenitsyn como propaganda capitalista contra la mayor y mejor revolución de la historia. Cosas de los setenta de un país que quería salir de una dictadura eterna y que necesitaba referentes y antagonistas. Solzhenitsyn era un escritor ruso que recibió el NObel en 1970 y que se hizo famoso por su novela sobre los Gulag, el sistema de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética, Archipiélago Gulaj. Aunque había una idea general de que el estalinismo había sido terrible, las críticas a la Unión Soviética no eran especialmente populares, ya que eran identificadas, de alguna retorcida manera, como apoyo al franquismo. Paradójico que una reivindicación de la libertad fuera identificado como no conveniente en la lucha contra una dictadura. Cosas de los tiempos interesantes y de los peajes de las urgencias, que se convierten en sacrificios de los que difícilmente nos redimimos o recuperamos. No hace tanto tiempo que Solzhenitsyn ha sido reivindicado como un gran escritor en España y valorado por sus propios méritos literarios.

    Es posible que el comprador simplemente odiara las novelas, o los libros gordos, o a los rusos en general. En todo caso, me fascina pensar en todas las posibilidades.

    Espero ponerme pronto con el libro, pero el resumen de la portada es muy inquietante: En un campo de trabajos forzados de científicos descubren un método de identificar automáticamente a las personas que tienen una conversación telefónica, como si se tratara de una huella dactilar. Los prisioneros que lo han descubierto se plantean si deben o no enseñarlo a sus carceleros, sabiendo que se utilizará para la represión de la libertad.

    ¡Qué tipo tan listo era Alexander! Hoy las personas más listas que trabajan en tecnología se siguen planteando esta disyuntiva, que me parece fundamental desde, por lo menos, la primera revolución industrial. Aunque una innovación tecnológica o empresarial las dudas surgen si es posible hacerlo o si será rentable. Pero antes de construir algo deberíamos plantearnos si deberíamos hacerlo. Ya sea una bomba atómica, TikTok o un software para sustituir las caras de los actores de películas porno, no todo debe hacerse y son los profesionales que las hacen (diseñadores, programadores, especialistas en UX,…) los que, ante la ausencia de moral, se planteen la pertinencia de un proyecto. Mike Monteiro tiene un buen libro en el que habla de ello.

    Mi gran duda: El primer (quizás segundo) propietario de este libro firma con una inquietante G. ¿Quién sería?


  • La música es creación, interpretación y reinvención.

    Los que no somos músicos ni intérpretes entendemos la música de una manera completamente distinta a los que sí lo son. No es posible conocer una obra o disfrutar de una improvisación en vivo como las personas que tocan los instrumentos o conocen la obra. Sentimos la música, nada más. Quizás podamos leer sobre la obra, escucharla repetidamente, construir sobre ella una teoría o imaginarnos ideas, mundos, relatos inspirados en ella. Pero ni entenderemos de verdad lo que quería decir el autor no seremos capaz de interiorizarla como lo hace un intérprete.

    Si te paras a pensarlo un poco, la música es un fenómeno humano muy complejo pero que está en todas partes. Es físico pero al mismo tiempo tiene una esencia cerebral. Emocional y racional. Crear música y escucharla son experiencias muy distintas y, por lo que sé, también universales.

    Dos vídeos sobre música nos acercan un poco a cómo sienten la música los músicos. Son dos artistas que me gustan hace mucho tiempo y que no podrían ser más diferentes: Nuno Bettencourt y Juan Pérez Floristán (Spotify) nos enseñan las complejidades de la música. El primero desde su posición de estrella del rock, como creador; el segundo como intérprete internacional de música clásica, uno de las estrellas emergentes desde hace unos años. Uno nos cuenta cómo construye de la nada y el otro cómo la construcción de una obra compleja es tan difícil, pero también lo rica que es la interpretación.

    Dos músicos con pocas similitudes te muestran que nunca sentirás la música como ellos. Algún músico me ha dicho alguna vez que así es mejor, que la música está hecha para ser escuchada, que no los envidie y que disfrute. Mi madre siempre se ha reprochado no enviarme a estudiar música cuando era pequeño. Yo siempre me he opuesto a ese reproche: los padres hacemos lo que podemos dados los recursos (tiempo y dinero) disponibles. No tengo queja, he aprendido y disfrutado mucho más que la mayoría. Siempre hay que priorizar, no se puede tener todo. Y tuve (tuvimos) muchísimo. Literatura, Música, Filosofía, Política, Matemáticas, Ciencias… Si no aprendí más fue por pereza, no por no tener oportunidades. Mis padres sacaron sus doctorados, sus oposiciones, sus clases y su carrera científica criando a dos hijos. ¡Impresionante! Es posible que no me convirtiera en músico, pero con mi familia aprendí a disfrutar la música, los libros, el conocimiento, los amigos…

    En todo caso, algo está cambiando: Ahora estoy empezando en una Escolanía, la primera vez que canto desde que lo hacía cuando era pequeño con mi madre y exprimíamos el repertorio de Silvio Rodríguez y los demás cantautores que nos gustaban tanto. La música de Bach ya no es de Glenn Gould, Bylsma o Gardiner: ahora sale de mi garganta y está escrita en un papel. Y la siento en grupo, con un conjunto de niños y personas mayores al que no podría admirar más, a los que siento mejores que los mejores intérpretes de los discos que compré o heredado. Niños, jóvenes y algunos adultos a mi alrededor cantan con soltura obras maravillosas de Tomás Luis de Victoria, Cristobal de Morales, los Bach o Alonso Lobo; El repertorio principal es del Renacimiento y Barroco español pero, a veces, por razones obvias, se cuelan genios más tardíos: ¡Cantamos un motete de Bruckner! (Locus iste) Podéis incluso escuchar los dos discos que se grabaron hace poco:

    https://open.spotify.com/album/2YWVmK1hVVS5AHXwuMdxvR
    https://open.spotify.com/album/2YWVmK1hVVS5AHXwuMdxvR

    Poco a poco voy aprendiendo a leer las partituras y a cantar aquí y allí. Y cuando por fin puedo cantar una sección entera, me fundo con mis compañeros, con los de mi cuerda y con todos los demás… ¡maravilla de maravillas! Interpretar con la Escolanía me da una sensación muy intensa, gratificante y liberadora. Como casi todas las cosas importantes, cuesta trabajo. Ir todos los sábados por la mañana a ensayar, aceptar que hay niños de 10 años que saben más que tú, asumir que un error tuyo arruina un interpretación grupal que iba fantástica, estudiar la partituras durante la semana y, esto ya por vicio, aprender sobre los autores y sobre el Renacimiento español (que te hace entender mejor lo que cantas). En la música de Tomas Luis de Victoria no hay, a primera vista, tantos matices como los que Juan nos cuenta de la música de Mussorgsky, por lo que tienes que entender mucho mejor el contexto histórico para disfrutarlo mejor. Y sobre el Renacimiento español, la Contrareforma,… conozco muy poco y no es tan fácil encontrar buenos textos. Se agradecen sugerencias.

    Hay elementos del trabajo que también me ayudan a entender a la Escolanía: Un coro no se distingue tanto de un equipo de desarrollo de un producto digital. Lo evidente es lo que se construye, la música. Pero detrás hay un equipo muy entregado a su trabajo, con años de especialización, que conoce su papel fundamental en el grupo, aunque no sea visible: los encargados de que las partituras estén, los que dirigen las distintas cuerdas (sopranos, contraltos, tenores y bajos) cuando ensayamos por separado, quien decide el repertorio, quien lleva la dirección artística, quien negocia los bolos que hacemos, la comunicación, quien organiza las túnicas de las chicas, los viajes, la intendencia cuando es necesaria, animar a los chicos (que no es fácil),… La Escolanía Salesiana María Auxiliadora cumple 25 años y funciona como un reloj porque trabaja como un equipo pero se quiere como comunidad. Con una mínima jerarquía y una disciplina aún más invisible, el amor por la música y las ganas de interpretarla juntos es el mejor pegamento de una organización que he visto nunca. Incluso los retiros de comunidad son muchísimo mejores que el mejor al que he asistido (u organizado).

    Mañana 7 de octubre cantaremos mi hija y yo por primera vez en público. Será en Dos Hermanas (Sevilla) en el XXV aniversario fundacional y primera salida procesional de la Hermandad de la Sagrada Cena.

    Nota final: Si tenéis hijos de 7 a 21 años, traedlos a la Escolanía. Es la mejor actividad extraescolar que he visto nunca (y la más barata). Los niños y las voces blancas son lo más importante. Los mayores estamos para ayudar. Se aceptan voces de todo tipo y es una gran actividad para hacerlas con vuestros vástagos. Los niños aprenderán música de la mejor manera posible. En muy pocos sitios tendréis el nivel de calidad, igualdad y relación intensa que aquí.

    Otro día os hablaré de Jimi, pero no me resisto a poner el mejor vídeo de la mejor canción del más grande:


  • Todos creemos que tenemos razón hasta que nos damos cuenta de que estamos equivocados.

    Vídeo completo de la discusión:

    Uniendo diferencias. Tribus, unidad y lo sagrado

    La conferencia que completa y enriquece esta es la siguiente


  • Reseña de «Una mujer en Berlín»
    Portada del libro "Una mujer en Berlín" de la editorial Anagrama

    Me ha gustado este libro, estas memorias de una superviviente en Berlín los dos primeros meses justo tras la entrada de los soviéticos.

    Violaciones, hambre y desinformación. Una vez tras otra la escritora nos describe la incertidumbre día tras día, pero con esas tres constantes. Hoy sabemos qué pasó tras la caída de Berlín: Qué sería de Alemania, qué pasó con Hitler, cuándo terminaría la guerra…, pero esas personas que estaban atrapadas allí no. Sólo podían ver que la miseria y la ruina les rodeaba: sin agua corriente, vivienda en condiciones o suministros de ningún tipo, sólo podían esperar, cuidarse de las bombas y resignarse a ver qué hacían los soviéticos, que no eran en ese momento más que una horda brutal, alcoholizada y violando en masa. Vengativos, imprevisibles y violentos; la autora pasa miedo y hambre constante pero consigue mostrarnos de manera desapasionada su realidad. Un contraste de ida y vuelta con el estilo de Anna Frank, un recuerdo de los otros heroísmos de las guerras, de las consecuencias inmediatas de las acciones de los hombres que habitualmente se olvidan porque la historia la escriben los ganadores y porque normalmente la justificación del bienestar actual allana todo lo incorrecto y absuelve prácticamente todos los crímenes.

    Leo este libro como último episodio de una trilogía alemana involuntaria que inicié con la lectura de “Una princesa en Berlín” de Arthur R.G. Solmssen y que continuó “Tú no eres como otras madres” de Angelika Schrobsdorff. Tres libros sobre mujeres en Berlín antes, durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Siendo la primera una ficción y la última una crónica, la intermedia es un buen contraste de cómo la memoria muestra el pasado guiado por lo que sentimos y que reconociendo esta distancia con la realidad, somos capaces de contar honestamente lo que nos pasa.

    Portada del libro "Una princesa en Berlin"
    Portada del libro "Tú no eres como otras madres"

  • Reseña de «La Peste», de Albert Camus

    Me ha gustado mucho y me he arrepentido de no haberlo leído antes. Más de treinta (¿cuarenta?) años viéndolo en la estantería de mi padre. Una edición de bolsillo de 1978 de la editorial Edhasa, traducción de Rosa Chacel. Un libro ya estropeado, amarillento y con la tinta de algunas letras poco definidas.

    Puedes leerlo sin conocer la visión filosófica del autor y disfrutarlo ya que tiene una cualidad especial para expresar las ideas que quiere contar. Probablemente con algo de contexto sobre el existencialismo se puede entender mejor algunas razones por las que cuenta esta perspectiva o cómo describe los sentimientos de algunos personajes, pero creo que no es necesario para disfrutarlo completamente. Respeta al lector y le cuenta lo que le quiere contar, con la excepción de la identidad del narrador e, incluso eso, lo hace por una buena razón que desarrolla con una sencilla sinceridad magistral.

    Foto del escritor Albert Camus
    Albert Camus Photograph by United Press International

    Me costó empezarla. Por alguna razón, no pillaba al completo a los personajes, no recordaba con claridad quién era quién. Y es muy importante identificar qué información tenemos de cada persona para entender su actitud ante la enfermedad, ante el encierro, ante la muerte. Camus describe las respuestas de cada uno sin acusar, denigrar, o enjuiciar a ninguno. De hecho, oculta la identidad del relator hasta el final. Si quien lee esto decide ponerse con el libro y se encuentra con el mismo problema, no dude en tomar notas desde el principio, en apuntar los nombres de los cinco o seis personajes principales y anotar qué hacen, qué les pasa o qué piensan. Camus irá contando cómo reaccionan todos ante la vida y si para ellos existe o no un sentido en ella. En la segunda mitad irá viendo la profundidad y la belleza de sus ideas con una prosa sencilla y extraordinariamente eficaz, dado lo complicado de lo que cuenta, de lo arriesgado de su objetivo.

    El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma.

    (…) Al cabo de esas semanas agotadoras, después de todos esos crepúsculos en que la ciudad se volcaba en las calles para dar vueltas a la redonda, Riéux comprendía que ya no tenía que defenderse de la piedad. Uno se cansa de la piedad cuando la piedad es inútil.

    La Peste, de Albert Camus

    En confianza: En ocasiones me costaba entender el sentido de algunas frases. A veces por la profundidad de la idea expresada, a veces por la sintaxis. En éste último caso, ¿podría ser por la traducción de Rosa Chacel, a la que adoro como escritora? ¿Hay otras traducciones mejores? Si las hay, he sido muy torpe para encontrarlas. (Las traducciones al español tienen una historia muy interesante)


  • Pasa 2022, pasa ya

    Pasando el mal año de 2022, que trajo mucha pena, pero también descubrir qué es lo de verdad importante.

    Quedé varado en un recodo de tu arena

    Te hiciste con mis sueños y mis pesadillas

    Con mis luces malas y mis noches buenas

    No sé qué es eso que llaman destino

    Acaso apenas una veta en la madera

    Yo solo sé que hice un alto en el camino

    Y que hoy me quedaría por siempre a tu vera


  • No pasa nada. Ya no soy Telémaco.
    Luis F Rull
    Luis F. Rull

    No soy especial, no pasa nada. Casi todos los hijos pasan por la experiencia de la muerte de sus padres. Pero para mí sí es especial, nuevo, inesperado. No soy los demás: no he tenido más que un padre y dejar de tenerlo es duro, y no por común es más soportable.

    Los lugares comunes, las expresiones habituales, los ánimos de los que me quieren no me animan del todo. Y no es que esté buscado el consuelo, llamar la atención, reconocimiento, o lástima de los demás. Muchos buenos amigos nos han confortado mucho, demostrando afecto sincero. Lo que necesito expresar es que no encuentro la paz de espíritu que tenía y tengo miedo de que no vuelva, aunque mi razón, la psicología y todos los que me quieren dicen que volverá. El duelo es un proceso universal y no me creo especial.

    No lloré apenas en los días posteriores porque quisiera evitar que los demás me vieran triste, sino porque, simplemente no me salía. Ahora, tras varios meses, siento que sigo estancado, haciendo las cosas que hacía los días siguientes a su muerte: leo cosas interesantes y pienso inmediatamente qué le diría al compartírselo o qué conversación tendríamos sobre alguna idea de esa u otra lectura. Recuerdo nuestras confidencias y lo que con ellas aprendí de la vida que, como tiene muchos recovecos escondidos, puede engañar. Momentos de intimidad en los que descubres una ampliación de la realidad, ese momento mágico en que descubres que sabes más que un segundo antes, que asumes que estabas un poco más equivocado que en el presente. Esa felicidad plena de entender un poco mejor el mundo y que la has conseguido con alguien que te quiere incondicionalmente. Los consejos de no caer en la desesperación o en la melancolía, de alguien que ya estuvo en el agujero y sabe que de ahí no sale oro ni petróleo. Asumir la convivencia de la voluntad y la emoción, pero sin dejar que ni la impotencia ni el entusiasmo marquen la concentración en lo que quieres.

    Si es verdad que lo que sentimos con el duelo es la traición del tiempo, de la vida; La sensación de que nos han quitado algo que era en justicia nuestro, que la historia ya no sigue el curso que debía porque se ha torcido; si es verdad, ¿cuándo se acaba? Porque acaba, casi todos superan la muerte de sus padres.

    Cuando intento averiguar qué me pasa, parece me llega la sensación de injusticia, de agravio, de que alguien, algo, te ha quitado un tiempo, sensaciones, alegrías, conocimientos,…todo lo fantástico que tenía con él. Quizás el problema es que eso no cuadra con cómo veo el mundo e intento forzar dos ideas que no son compatibles. Porque esa “injusticia” no es compatible con cómo veo el mundo, con la visión indeterminista, naturalista y a-humanista que tengo y que me enseñó él: el universo no conspira, no tiene un propósito, es caótico… esas arterias reventaron porque algo minúsculo e indetectable se atascó en un sitio un día en una caminata a casa. No hay razón, intención de nadie, causa evitable. “Murió porque…” es lo que pide mi mente, mi cuerpo, para encontrar un sentido. La búsqueda de sentido a un detalle de mi existencia (la muerte de mi padre), ¿amenaza la búsqueda del sentido del resto de mi vida? ¿Amenaza el sentido que ya le he encontrado? Si no encuentro la razón porque, de principio, pienso que no hay razón, ¿me atasca? ¿me hace estar triste y falto de ánimo e ilusión para hacer cosas?

    Me acuerdo de lo que envidiábamos él y yo a los que encontraban la trascendencia con sus creencias religiosas y de que siempre emergía, en los momentos de duda, un optimismo y una fe en que la bondad merece la pena, sin importar que veamos como la maldad, la mediocridad y la pereza ganan terreno y éxito. Entonces leo a Gomá Lanzón diciendo que esencialmente somos ejemplo, que lo que dejamos es la inspiración en los demás. Que eso es lo más cercano a la inmortalidad que tendremos, esa es la huella que dejamos, pero que sólo entonces nos revelamos, o se nos revela alguien completamente

    Conocer la verdad de un hombre, en sentido estricto, es recordar su ejemplo cuando ya ha dejado de existir, momento en el que adquiere un relieve y una nitidez extraordinarios.

    Javier Gomá Lanzón. Aquiles en el Gineceo (Ver cita completa)

    Así, la alegría de conocer a mi padre de verdad ahora crece en mí. Cierto es que los primeros días me gustaba mucho recordar sus virtudes, sus alegrías, los buenos momentos con él, incluso su defectos, los cómicos, que lo hacían, (que lo hacen ahora de verdad) tan especial, tan diferente. Eran momentos de felicidad inducida, provocada para animar a los que nos rodean, para animarme a mí, para ver la parte positiva en un mundo que en ese momento parece maligno. Entonces ví claramente lo que sólo vislumbré cuando empecé a ser padre. Porque un padre, una madre, son lo más especial para un hombre. Nadie en el mundo te ha seguido y te ha hecho, te ha rechazado y te ha liberado, ha servido de modelo y de contraejemplo, como ellos. Sientes de pequeño que el mundo es como el que te muestran, de adolescente te rebelas porque no son perfectos y de mayor los idolatras porque conoces el maravilloso equilibrio entre sus virtudes y sus defectos, entre el mundo que les tocó vivir y el que ellos, en su microcosmos, lograron crear con esfuerzo a tu alrededor, entre lo que quisieron enseñarte y lo que de verdad aprendiste. Ves entonces a dos héroes que lograron el triunfo que estás peleando ahora mismo como adulto. Si el resto de las personas son gente, tus padres están siempre fuera de esa categoría, desde que comienzas a ser consciente de que hay algo dentro (tú) y algo fuera (lo demás). Vas descubriendo el mundo de su mano, pero van llegando más manos que te enseñan otras cosas: tus hermanos, tus amigos y enemigos, las historias que salen de las letras de tus libros, las sensaciones del series y películas que ves, los profesores,… Pero no son las de tus padres. No son la primera base de lo que ves, no son el primer modelo que tuviste que romper para ver la maravillosa variedad de opciones que el universo nos presenta. Los demás no son los que nos enseñaron que su verdad es la primera mentira, no son los que nos enseñan que buscarla, encontrarla y volver a descubrir que es una mentira (aunque sólo sea muy parcialmente) es la vida realmente virtuosa. Un bucle infinito de correcciones que ellos iniciaron y en el que encierran la primera verdad que vas matizando cada día, desde el primero hasta el último. Incluso descubres que no los traicionas buscando y aceptando otras verdades. Los honras porque el camino es la vida y, entonces, sólo entonces, entiendes la idea dentro de unos de los poemas preferidos de mi padre :

    Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
    Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
    entenderás ya qué significan las Ítacas.

    Ítaca, de Kavafis

    ¿Por qué no puedo seguir siendo Telémaco? ¿Por qué, papá, me obligas a ser Ulises?

    Sin duda (el adolescente) no lo sabe todo, pero es cierto que esa edad ociosa, sin oficio ni beneficio, es una época privilegiada para pensar en el todo. ¿Cuándo se manifiesta esa totalidad en el caso de la vida humana? No hemos de reputar feliz a nadie, dice Solón, mientras viva, sino que debemos esperar al final de su existencia. Al morir, el sujeto entrega su esencia, que es el ejemplo que ha ido cincelando durante todos los años anteriores en la materia del tiempo. Durante todo su habitar sobre la tierra el hombre incuba en su seno la promesa de un ejemplo que va creciendo y solo se detiene y asume su forma definitiva cuando aquel muere. Es difícil que un sujeto conozca de verdad a otro —un padre, un amigo— mientras ambos, el conocedor y el conocido, todavía vivan, ya que no solo la esencia de este es incompleta, sino que además apenas puede percibirse con claridad: el ritmo de las obligaciones ordinarias, la vulgaridad de las situaciones, el norte del egoísmo humano, la inseguridad de las apreciaciones en la experiencia diaria impiden una disposición apta para dicha percepción. Pero, tras la muerte, resplandece ese ejemplo, ya completo “y despojado de sus accidentes. Con frecuencia se ha notado que el término griego para «verdad» —aletheia— significa no-olvido (a-lethos), esto es, recuerdo. Conocer la verdad de un hombre, en sentido estricto, es recordar su ejemplo cuando ya ha dejado de existir, momento en el que adquiere un relieve y una nitidez extraordinarios. De ahí que nos conmovamos hasta la desesperación cuando “desaparece un ser querido: al morir, contemplamos por primera vez su ser verdadero, lo amamos definitivamente y desearíamos por encima de todo poder decírselo, pero entonces ya es demasiado tarde. Todo conocimiento es póstumo.”

    Pasaje de Aquiles en el gineceoo o Aprender a ser mortal de Javier Gomá Lanzón

    NOTA: No os preocupéis por mi: no estoy deprimido ni tengo problemas graves. Esta entrada ha sido elaborada durante meses para expresar mi pena, refleja estados de ánimo diferentes en diferentes momentos. La vida, pese a todo, me trata muy bien y no tengo quejas ni agravios.


  • Gran entrevista a Marta García Ayer

    Me encanta la habilidad de algunos de explicar cosas complejas, Marta García Ayer es una de ellas. A veces no basta saber muchas cosas, hay que encontrar las relaciones más relevantes entre ellas y expresarlas con claridad y coherencia.


    ¿Qué es un Product Manager? Por Irene Prieto

    Aunque llevo casi 15 años haciendo, de una manera u otra, de gestor de proyectos, no de gestor de productos, me ha tocado a veces formar o actuar como responsable de producto muchas veces. No siempre las profesiones tienen entidad suficiente porque no ha pasado el tiempo seguro para tener un nombre, una serie de buenas prácticas, una manera de distinguir a los buenos profesionales de los malos… En otros casos, estamos en un momento intermedio en el que hay cursos, libros, incluso un nombre, pero que todavía no está todo asentada. En último término, los profesionales que interesan son los que generan buenas dinámicas y generan buenos resultados y eso, por ahora, no se puede predecir con seguridad con unos cursos y una entrevista. Probar y probar y encontrar hasta qué punto el éxito y el fracaso dependen del profesional y hasta qué punto de circunstancias fuera de su control.


    Un reality de influencers

    Un reality que convierte a «some random people» (sic) en influencers

    Reality de influencers = Dos mentiras no hacen una verdad.

    El primer Gran Hermano en España se presentó como «un experimento social» Ya están tardando (si no lo están haciendo ya) en montar uno así en mi Españita.


    La mente NO funciona así. Algunos mitos sobre cómo pensamos

    Lisa Feldman , Psicóloga de la Nortwestern y Harvard, nos cuenta que algunas sobresimplifiaciones sobre el funcionamiento de nuestro cerebro no son una buena descripción y nos llevan a conclusiones equivocadas.


    (más…)

  • El dolor

    Estas palabras no son originales. Miles de hombres han pasado por la desesperación que da el dolor, hay pocas cosas más comunes a todos los que respiramos en este planeta. Esta es una historia vulgar:

    Una mañana, de manera repentina, empezó un dolor en la espalda. Algo que a tantos han pasado muchas veces. Nada especial, aunque sí nuevo para mí. He tenido en mi vida buena salud (por lo menos hasta que mi padres lograron que me operaran de las amígdalas, terminando el infierno en el que había convertido sus vidas), ni he tenido accidentes graves; por lo tanto, creo que soy un muy mal enfermo. En resumen, no estoy acostumbrado al dolor.

    El dolor fue creciendo y expandiéndose por toda la espalda. Al principio no le di importancia y comencé una reunión programada, importante, de resumen del trabajo de las últimas semanas y planificación para las siguientes. Conforme pasaban los minutos estaba más incómodo, con más dificultad para concentrarme. Parecía un dolor de lumbares, por estar demasiado tiempo sentado, pero cada minuto aumentaba, desconcentrándome. Tenía que desactivar la cámara para poder levantarme y moverme un poco para hacerlo soportable. Atento por si tenía que responder a algo, repasando notas cuando me pedían algún dato. La peor reunión que he tenido nunca.

    El resto del día no fue mejor. El dolor me paralizó. No era capaz de pensar claramente, leer, trabajar o preocuparme por los demás. El universo se plegó sobre mi y todo lo demás, todo lo que está fuera de mi cuerpo, de mi dolor, no existía. Un acto supremo de narcisismo.

    Es un tópico decir que la salud es lo más importante. Pero sin ella lo demás se disfruta con dificultad, no se produce bien, el pensamiento se crea con apuro, como si estuviésemos estreñidos de mente. A quien no está acostumbrado, a quien siempre ha disfrutado de salud, como al mal segador, todas las pajas le estorban. Ése es mi caso. Es posible que el truco sea convertirse en un buen segador, acostumbrarse a salir de ese pliegue sobre uno mismo. La farmacopea y los médicos nos pueden ayudar. La habilidad de separar cuerpo (dolor) de mente (ideas) parece que sólo se obtiene con práctica y/o con buena química (administrada por buenos doctores). Pido a la providencia que tarde mucho en tener que llegar a la excelencia de esa habilidad, pero imagino que antes o después tendré que aprender a ignorar la punzada en la cabeza, el sordo pellizco interno o el látigo en el músculo que no hace lo que le ordenas. Cosas de personas que dejan de ser jóvenes.

    Encontré algunas soluciones complementarias entre aquellos que tienen experiencia: Yoga, meditación, tolerancia al dolor,… Me consuelo pensando que grandes hombres han creado obras excelsas con dolor y enfermedad: No hay que quedarse en la queja y ponernos, antes o después, manos a la obra. No hay nada a lo que no se hayan enfrentado muchas personas antes y hayan vencido.

    Recordad: Hay un enemigo agazapado en nuestra satisfacción, debilitándonos con cada minuto de placidez, haciéndonos adictos al bienestar e insoportable el dolor. Ese enemigo nos hace vulnerables ante cualquier eventualidad, cualquier roce o rasguño. ¿Cuál es la defensa preventiva ante este adversario?

    Nota: No os preocupéis por mi: al final parece que sólo fue un vulgar cólico nefrítico, algo doloroso pero leve, no grave, no amenazante. Dolor por minucias de las que saldré sin secuelas, algo muy alejado de el infierno por el que han pasado muchos de nuestros semejantes.

    Imagen: The Wounded Philoctetes, de N. A. Abildgaard. 1775