Vernos y escucharnos. Why chattering classes have nothing to say

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Escuchar, saludar, respetar. Si le reconozco la dignidad de ser humano a otro, le abro mi mente a su acción, a su discurso. Le presto mi alma por un rato para que me demuestre -en parte- qué es él. De esta forma puedo empatizar con él («epatar» no me gusta como suena) e incorporar a mi mente lo que me guste.

¿Qué ocurre cuando ya creemos tenerlo todo de la otra persona? Si entramos en su mente, si le escuchamos mucho, ¿no es posible caer en la ilusión de que ya lo sabemos todo?

Si nos conformamos con la información que inferimos de los extraños con los estereotipos (Ver Psicología Social de Morales et al en McGraw Hill), si con los tópicos nos basta para clasificar a los extraños, ¿no nos puede pasar con los que queremos y apreciamos?

Yo veo en Eva cosas nuevas cada día. Nuevas miradas, nuevas ilusiones, nuevas ideas, … espero que eso no se acabe nunca. Supongo que, como todo el mundo, veo todos esos detalles en su contexto, en un contexto que se va enriqueciendo con cada detalle y que la hace, a mis ojos, maravillosa.

Desde hace algún tiempo, estoy viendo en mi hermana cosas nuevas. No es que ella haya cambiado (aunque no hay que descartarlo) pero ahora la veo con una perspectiva más madura, más decidida. Creo que todavía tiene mucho que decirme. Tengo mucho por descubrir en ella. Y mucho que descubrir de mí mismo en ella. Es lo más parecido que hay. Y distinto.

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