En la película que van a estrenar sobre mi adorada Silvia Plath un personaje le recuerda que ella y su marido se entienden de una forma que miles de personas sueñan con alcanzar. Y lo dice como un cumplido, como si fuera un pasaporte para la felicidad.
Es posible que la escena en la que esté encuadrado el diálogo no tenga este sentido, pero me recuerda al estúpido tópico sobre la felicidad, la expresión de los sentimiento o la cultura. A la antigua idea del buen salvaje feliz, se le opone la del filósofo o poeta sobrehumano que disfruta de la vida más que el resto de los humanos «mortales».
¿Por qué estas asociaciones? ¿Porqué el talento expresivo, las ideas brillantes, las mentes «cultivadas»,…, tienen que tener algo que ver con la felicidad o el disfrute de la vida? Ayer, en el autobús, escuché a dos filósofos hablando del acto de pensar, me contaron que las últimas palabras de Wittgenstein fueron: «diles que fui feliz». Me sorprendieron mucho, teniendo en cuenta que tuvo una vida extraordinariamente infeliz. (Tengo que leer la biografía que tanto gustó a mi padre)
Silvia Plath fue muy desgraciada por su propensión a la depresión. Si su ambiente la deprimía o ella era así por sus genes es una discusión que no me interesa en absoluto. Sus poemas me parecen ambiguos. No son siempre tristes o alegres, luminosos, grises o exultantes. Cada uno me provoca algo distinto cada vez. No se si tendrá que ver con mi estado de ánimo al leerlo, pero lo dudo. Si esta mujer fue muy feliz con su marido o muy desgraciada con la vida que llevaron, eso no lo se. Pero si se suicidó después de asegurarse de que sus hijos dormían, no sería muy feliz ¿no? Lo malo es que el mito de su muerte ensombrece sus poemas.
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