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Día de los difuntos

Recordamos a todos nuestros difuntos con tristeza, pero también con alguna sonrisa por los buenos momentos que nos dieron, por algunas gracietas y por todo lo que nos quisieron.
Muchas cosas buenas que tenemos se las debemos a ellos, y no todas las familias pueden decir lo mismo.
Pensad hoy, día de los difuntos, en las cosas buenas que hicieron y en los momentos divertidos que os dieron.


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De peajes, prejuicios y libertad. ¡Solzhenitsyn vive!


Reviso los libros de una de mis librerías de segunda mano en Sevilla. Veo un libro de Solzhenitsyn, «El primer círculo«, un libro que no tengo y que tampoco compró mi padre. La primera novela de este gran autor ruso trata sobre un matemático encerrado en un campo de trabajo científico durante el estalinismo.
El libro es viejo, una edición en pasta dura de la editorial Bruguera de 1972. Dudaba si comprarlo pero al leer lo que su antiguo dueño había escrito en la primera página, me decidí:
«este libro lo encontramos en algún sitio.
yo no lo hubiese comprado»Cita manuscrita en el libro «El primer círculo»
¿Qué podría hacer que una persona escriba eso sobre un libro que se lleva a casa pese a ser un tocho pesado (600 páginas)?
Una mente tópica y vulgar saltaría inmediatamente por el argumento prosoviético que identificaba a Solzhenitsyn como propaganda capitalista contra la mayor y mejor revolución de la historia. Cosas de los setenta de un país que quería salir de una dictadura eterna y que necesitaba referentes y antagonistas. Solzhenitsyn era un escritor ruso que recibió el NObel en 1970 y que se hizo famoso por su novela sobre los Gulag, el sistema de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética, Archipiélago Gulaj. Aunque había una idea general de que el estalinismo había sido terrible, las críticas a la Unión Soviética no eran especialmente populares, ya que eran identificadas, de alguna retorcida manera, como apoyo al franquismo. Paradójico que una reivindicación de la libertad fuera identificado como no conveniente en la lucha contra una dictadura. Cosas de los tiempos interesantes y de los peajes de las urgencias, que se convierten en sacrificios de los que difícilmente nos redimimos o recuperamos. No hace tanto tiempo que Solzhenitsyn ha sido reivindicado como un gran escritor en España y valorado por sus propios méritos literarios.
Es posible que el comprador simplemente odiara las novelas, o los libros gordos, o a los rusos en general. En todo caso, me fascina pensar en todas las posibilidades.
Espero ponerme pronto con el libro, pero el resumen de la portada es muy inquietante: En un campo de trabajos forzados de científicos descubren un método de identificar automáticamente a las personas que tienen una conversación telefónica, como si se tratara de una huella dactilar. Los prisioneros que lo han descubierto se plantean si deben o no enseñarlo a sus carceleros, sabiendo que se utilizará para la represión de la libertad.
¡Qué tipo tan listo era Alexander! Hoy las personas más listas que trabajan en tecnología se siguen planteando esta disyuntiva, que me parece fundamental desde, por lo menos, la primera revolución industrial. Aunque una innovación tecnológica o empresarial las dudas surgen si es posible hacerlo o si será rentable. Pero antes de construir algo deberíamos plantearnos si deberíamos hacerlo. Ya sea una bomba atómica, TikTok o un software para sustituir las caras de los actores de películas porno, no todo debe hacerse y son los profesionales que las hacen (diseñadores, programadores, especialistas en UX,…) los que, ante la ausencia de moral, se planteen la pertinencia de un proyecto. Mike Monteiro tiene un buen libro en el que habla de ello.
Mi gran duda: El primer (quizás segundo) propietario de este libro firma con una inquietante G. ¿Quién sería?

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La música es creación, interpretación y reinvención

Los que no somos músicos ni intérpretes entendemos la música de una manera completamente distinta a los que sí lo son. No es posible conocer una obra o disfrutar de una improvisación en vivo como las personas que tocan los instrumentos o conocen la obra. Sentimos la música, nada más. Quizás podamos leer sobre la obra, escucharla repetidamente, construir sobre ella una teoría o imaginarnos ideas, mundos, relatos inspirados en ella. Pero ni entenderemos de verdad lo que quería decir el autor no seremos capaz de interiorizarla como lo hace un intérprete.
Si te paras a pensarlo un poco, la música es un fenómeno humano muy complejo pero que está en todas partes. Es físico pero al mismo tiempo tiene una esencia cerebral. Emocional y racional. Crear música y escucharla son experiencias muy distintas y, por lo que sé, también universales.
Dos vídeos sobre música nos acercan un poco a cómo sienten la música los músicos. Son dos artistas que me gustan hace mucho tiempo y que no podrían ser más diferentes: Nuno Bettencourt y Juan Pérez Floristán (Spotify) nos enseñan las complejidades de la música. El primero desde su posición de estrella del rock, como creador; el segundo como intérprete internacional de música clásica, uno de las estrellas emergentes desde hace unos años. Uno nos cuenta cómo construye de la nada y el otro cómo la construcción de una obra compleja es tan difícil, pero también lo rica que es la interpretación.
Dos músicos con pocas similitudes te muestran que nunca sentirás la música como ellos. Algún músico me ha dicho alguna vez que así es mejor, que la música está hecha para ser escuchada, que no los envidie y que disfrute. Mi madre siempre se ha reprochado no enviarme a estudiar música cuando era pequeño. Yo siempre me he opuesto a ese reproche: los padres hacemos lo que podemos dados los recursos (tiempo y dinero) disponibles. No tengo queja, he aprendido y disfrutado mucho más que la mayoría. Siempre hay que priorizar, no se puede tener todo. Y tuve (tuvimos) muchísimo. Literatura, Música, Filosofía, Política, Matemáticas, Ciencias… Si no aprendí más fue por pereza, no por no tener oportunidades. Mis padres sacaron sus doctorados, sus oposiciones, sus clases y su carrera científica criando a dos hijos. ¡Impresionante! Es posible que no me convirtiera en músico, pero con mi familia aprendí a disfrutar la música, los libros, el conocimiento, los amigos…
En todo caso, algo está cambiando: Ahora estoy empezando en una Escolanía, la primera vez que canto desde que lo hacía cuando era pequeño con mi madre y exprimíamos el repertorio de Silvio Rodríguez y los demás cantautores que nos gustaban tanto. La música de Bach ya no es de Glenn Gould, Bylsma o Gardiner: ahora sale de mi garganta y está escrita en un papel. Y la siento en grupo, con un conjunto de niños y personas mayores al que no podría admirar más, a los que siento mejores que los mejores intérpretes de los discos que compré o heredado. Niños, jóvenes y algunos adultos a mi alrededor cantan con soltura obras maravillosas de Tomás Luis de Victoria, Cristobal de Morales, los Bach o Alonso Lobo; El repertorio principal es del Renacimiento y Barroco español pero, a veces, por razones obvias, se cuelan genios más tardíos: ¡Cantamos un motete de Bruckner! (Locus iste) Podéis incluso escuchar los dos discos que se grabaron hace poco:
https://open.spotify.com/album/2YWVmK1hVVS5AHXwuMdxvR https://open.spotify.com/album/2YWVmK1hVVS5AHXwuMdxvR Poco a poco voy aprendiendo a leer las partituras y a cantar aquí y allí. Y cuando por fin puedo cantar una sección entera, me fundo con mis compañeros, con los de mi cuerda y con todos los demás… ¡maravilla de maravillas! Interpretar con la Escolanía me da una sensación muy intensa, gratificante y liberadora. Como casi todas las cosas importantes, cuesta trabajo. Ir todos los sábados por la mañana a ensayar, aceptar que hay niños de 10 años que saben más que tú, asumir que un error tuyo arruina un interpretación grupal que iba fantástica, estudiar la partituras durante la semana y, esto ya por vicio, aprender sobre los autores y sobre el Renacimiento español (que te hace entender mejor lo que cantas). En la música de Tomas Luis de Victoria no hay, a primera vista, tantos matices como los que Juan nos cuenta de la música de Mussorgsky, por lo que tienes que entender mucho mejor el contexto histórico para disfrutarlo mejor. Y sobre el Renacimiento español, la Contrareforma,… conozco muy poco y no es tan fácil encontrar buenos textos. Se agradecen sugerencias.
Hay elementos del trabajo que también me ayudan a entender a la Escolanía: Un coro no se distingue tanto de un equipo de desarrollo de un producto digital. Lo evidente es lo que se construye, la música. Pero detrás hay un equipo muy entregado a su trabajo, con años de especialización, que conoce su papel fundamental en el grupo, aunque no sea visible: los encargados de que las partituras estén, los que dirigen las distintas cuerdas (sopranos, contraltos, tenores y bajos) cuando ensayamos por separado, quien decide el repertorio, quien lleva la dirección artística, quien negocia los bolos que hacemos, la comunicación, quien organiza las túnicas de las chicas, los viajes, la intendencia cuando es necesaria, animar a los chicos (que no es fácil),… La Escolanía Salesiana María Auxiliadora cumple 25 años y funciona como un reloj porque trabaja como un equipo pero se quiere como comunidad. Con una mínima jerarquía y una disciplina aún más invisible, el amor por la música y las ganas de interpretarla juntos es el mejor pegamento de una organización que he visto nunca. Incluso los retiros de comunidad son muchísimo mejores que el mejor al que he asistido (u organizado).
Mañana 7 de octubre cantaremos mi hija y yo por primera vez en público. Será en Dos Hermanas (Sevilla) en el XXV aniversario fundacional y primera salida procesional de la Hermandad de la Sagrada Cena.
Nota final: Si tenéis hijos de 7 a 21 años, traedlos a la Escolanía. Es la mejor actividad extraescolar que he visto nunca (y la más barata). Los niños y las voces blancas son lo más importante. Los mayores estamos para ayudar. Se aceptan voces de todo tipo y es una gran actividad para hacerlas con vuestros vástagos. Los niños aprenderán música de la mejor manera posible. En muy pocos sitios tendréis el nivel de calidad, igualdad y relación intensa que aquí.
Otro día os hablaré de Jimi, pero no me resisto a poner el mejor vídeo de la mejor canción del más grande:
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Estamos equivocados en muchas cosas – Jonathan Haidt
Todos creemos que tenemos razón hasta que nos damos cuenta de que estamos equivocados.
Vídeo completo de la discusión:
Uniendo diferencias. Tribus, unidad y lo sagrado La conferencia que completa y enriquece esta es la siguiente
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Reseña de «Una mujer en Berlín»


Me ha gustado este libro, estas memorias de una superviviente en Berlín los dos primeros meses justo tras la entrada de los soviéticos.
Violaciones, hambre y desinformación. Una vez tras otra la escritora nos describe la incertidumbre día tras día, pero con esas tres constantes. Hoy sabemos qué pasó tras la caída de Berlín: Qué sería de Alemania, qué pasó con Hitler, cuándo terminaría la guerra…, pero esas personas que estaban atrapadas allí no. Sólo podían ver que la miseria y la ruina les rodeaba: sin agua corriente, vivienda en condiciones o suministros de ningún tipo, sólo podían esperar, cuidarse de las bombas y resignarse a ver qué hacían los soviéticos, que no eran en ese momento más que una horda brutal, alcoholizada y violando en masa. Vengativos, imprevisibles y violentos; la autora pasa miedo y hambre constante pero consigue mostrarnos de manera desapasionada su realidad. Un contraste de ida y vuelta con el estilo de Anna Frank, un recuerdo de los otros heroísmos de las guerras, de las consecuencias inmediatas de las acciones de los hombres que habitualmente se olvidan porque la historia la escriben los ganadores y porque normalmente la justificación del bienestar actual allana todo lo incorrecto y absuelve prácticamente todos los crímenes.
Leo este libro como último episodio de una trilogía alemana involuntaria que inicié con la lectura de “Una princesa en Berlín” de Arthur R.G. Solmssen y que continuó “Tú no eres como otras madres” de Angelika Schrobsdorff. Tres libros sobre mujeres en Berlín antes, durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Siendo la primera una ficción y la última una crónica, la intermedia es un buen contraste de cómo la memoria muestra el pasado guiado por lo que sentimos y que reconociendo esta distancia con la realidad, somos capaces de contar honestamente lo que nos pasa.
Lo podéis encontrar en:









