Me ha gustado mucho y me he arrepentido de no haberlo leído antes. Más de treinta (¿cuarenta?) años viéndolo en la estantería de mi padre. Una edición de bolsillo de 1978 de la editorial Edhasa, traducción de Rosa Chacel. Un libro ya estropeado, amarillento y con la tinta de algunas letras poco definidas.
Puedes leerlo sin conocer la visión filosófica del autor y disfrutarlo ya que tiene una cualidad especial para expresar las ideas que quiere contar. Probablemente con algo de contexto sobre el existencialismo se puede entender mejor algunas razones por las que cuenta esta perspectiva o cómo describe los sentimientos de algunos personajes, pero creo que no es necesario para disfrutarlo completamente. Respeta al lector y le cuenta lo que le quiere contar, con la excepción de la identidad del narrador e, incluso eso, lo hace por una buena razón que desarrolla con una sencilla sinceridad magistral.

Me costó empezarla. Por alguna razón, no pillaba al completo a los personajes, no recordaba con claridad quién era quién. Y es muy importante identificar qué información tenemos de cada persona para entender su actitud ante la enfermedad, ante el encierro, ante la muerte. Camus describe las respuestas de cada uno sin acusar, denigrar, o enjuiciar a ninguno. De hecho, oculta la identidad del relator hasta el final. Si quien lee esto decide ponerse con el libro y se encuentra con el mismo problema, no dude en tomar notas desde el principio, en apuntar los nombres de los cinco o seis personajes principales y anotar qué hacen, qué les pasa o qué piensan. Camus irá contando cómo reaccionan todos ante la vida y si para ellos existe o no un sentido en ella. En la segunda mitad irá viendo la profundidad y la belleza de sus ideas con una prosa sencilla y extraordinariamente eficaz, dado lo complicado de lo que cuenta, de lo arriesgado de su objetivo.
El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma.
(…) Al cabo de esas semanas agotadoras, después de todos esos crepúsculos en que la ciudad se volcaba en las calles para dar vueltas a la redonda, Riéux comprendía que ya no tenía que defenderse de la piedad. Uno se cansa de la piedad cuando la piedad es inútil.
La Peste, de Albert Camus
En confianza: En ocasiones me costaba entender el sentido de algunas frases. A veces por la profundidad de la idea expresada, a veces por la sintaxis. En éste último caso, ¿podría ser por la traducción de Rosa Chacel, a la que adoro como escritora? ¿Hay otras traducciones mejores? Si las hay, he sido muy torpe para encontrarlas. (Las traducciones al español tienen una historia muy interesante)
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