
Uno de los libros de Pavese tiene ese título: Lavorare stanca. Abrir un canal de comunicación implica responder cuando te hablan, y contar cosas sobre lo que uno hace o piensa. Para la empresas y profesionales, también.
En mecus nos dedicamos, entre otras cosas, a enseñar a gente cómo es este nuevo mundo.
Una página estática elaborada por el equipo de márketing de una empresa en la que se cuentan las bondades de los productos y equipos de una empresa es la opción tradicional. Cuenta poco y no hay forma de saber cuánto se actualiza ni qué vida tiene esa organización. Si no tienes nada que comunicar aparte de esa visión idílica o no tienes tiempo de enseñar qué haces, bien. Aunque después no te quejes de que no te cuentan qué piensan de ti o que tus competidores tienen una imagen más humana que la tuya.
Si quieres que alguien de fuera maquille tu imagen y defina por ti qué eres y cuál es tu opinión sobre las cosas, contrata una empresa de relaciones públicas que también te lleve la web. Eso sí, después no te lamentes si no han captado bien la esencia de tu negocio o no han sabido responder bien a ese giro que tu sector está dando. Tu compañero, el técnico que prepara las especificaciones de tu producto, te lo había dicho hace meses, pero esa empresa que te cobra un dineral no lo ha pillado. Y ya es tarde para dárselas de vanguardista.
La irrupción de las empresas en la web participativa vino a raíz del éxito de este grupo de chalados que decidió jugar con unas reglas distintas a los medios de comunicación de masas y las instituciones. Un montón de locos decidió que internet le servía para expresar con libertad lo que pensaban. Y descubrieron una forma muy eficiente de generar información precisa y honesta (o más honesta que la tradicional) con controles descentralizados. Y muchos lectores encontraron que esos contenidos eran mejores y decidieron que también tenían cosas que decir, ya fuera en comentarios, blogs, podcast o vídeos. Comenzó la pequeña revolución de los contenidos generados por los usuarios.
Cuando algunos amigos de esos locos que trabajaban en empresas e instituciones vieron cómo estaba cambiando el mundo se dijeron: ¿y si nos adaptamos a esas reglas? A lo mejor es más fácil que lo que hacemos ahora. A lo mejor es más barato. A lo mejor es más eficaz. A lo mejor es lo único que podemos hacer.
Las empresas, instituciones o profesionales que han tenido éxito en este nuevo ecosistema son aquellas que han entrado asumiendo que son un actor más. Un nodo de una red que debe ganarse su sitio con buenos y honestos contenidos. Admitiendo que cada uno es sólo una isla en un archipiélago extenso. Y que la atención y la credibilidad hay que ganársela como en fama: con sudor. Si eres uno más, tienes que dar la cara, explicar quién eres, qué haces. Es marketing, por supuesto. Pero con las cartas encima de la mesa. Sin contratar a jugadores que juegen tus manos. Y si quieres jugar el juego del marketing tradicional, bien. Pero en ese juego también tienes que tener las cartas sobre la mesa.
Y creo que antes o después se cogen a los tramposos. No recomiendo a ninguna empresa hacer trampas. Cuando te pillan todo intento de control de daños es inútil.
El aprendizaje de las habilidades comunicativas ha sufrido, digamoslo así, un cierto declive en muchos países en lo últimos años. No todo el mundo sabe hacer llevar una idea a una audiencia. Pero estoy convencido de todo el mundo tiene la capacidad de hacerlo. Sin ser periodista se puede redactar una buena entrada sobre nuestro último producto. También se puede aprender qué aplicaciones aceptar en facebook y cómo sacarle partido. O qué es meneame y cómo enviar una noticia. Hay muchas cosas que aprender. La mayoría se pueden aprender de forma autodidacta, aunque hay responsables de empresas que prefieren no dejarlo al albur de la curiosidad de sus empleados y contratar a alguien que los enseñe.
Esta historia se diferencia del marketing y la publicidad en muchas cosas. Una de ellas es que otro no lo puede hacer por ti. Las empresas deben aprender que trabajar cansa.
Pavese escribió en su libro/diario El oficio de vivir la siguiente frase:
21 de enero
Antes la potencia servía a las ideologías, ahora las ideologías sirven a la potencia.
Las cosas gratuitas son las que más cuestan. ¿Cómo? Cuestan el esfuerzo de comprender que son gratuitas.
Juan Luis Polo, de eTc, ha escrito una fantástica entrada sobre las empresas en la web participativa que reproduce estas ideas con más brillantez
Foto de Rodolfo V.
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