Incluso la niebla, la impostura de estar ante un montaje. El Olimpo hace tiempo que se llenó de yerbajos. Pero los Pink Floyd cantan y conmueven. No me importa si lo hacen a 10.000 personas más en todo el mundo. Me da igual estar acompañado, aunque hay que admitir que le quita un poco de emoción la falta de originalidad.
Cantan a tantas cosas como queramos imaginar: yo imaginaba hace tiempo a una chica que me gustaba, y llegué a pensar en otra a los pocos meses. Contaban los de “El Mundo” el otro día que lo hacían para el amigo que ellos tuvieron y que se fue a un mundo paralelo. Y que el genio que lo sustituyó también lo añoraba.
Añorar, sinónimo de echar de menos. Falta de algo que debiera estar. Algo que tiramos o que nos quitaron. O que se fue.
Muchos políticos se darán cuenta de que, lo que funciona para los músicos míticos (Pink Floyd, Rollings, …) No tiene por qué funcionarles a ellos una y otra vez, sin fin. Luchar por el cambio del mundo, ofreciendo el mundo maravilloso que se vislumbra al otro lado del monte. ¿Y luego qué? Ofreciendo demasiado matas tu retirada. Por mucho que mi adorada María José Canel suelte una erudita lista de palabros académicos, se equivoca si cree que la gente se tragará el cuento siempre. O no. Pero me faltan más pruebas empíricas… soy muy desconfiado.
Y los medios que anuncian que, ahora sí, hay posibilidades de que las olimpiadas vengan… ¿se creen que pueden crear las noticias sobre bases tan inestables? Siempre huyendo hacia delante…
Deja una respuesta