Google reta a Longhorn con un ‘software’ que buscará en cada ordenador personal. (El Mundo 19/05/2004)
Escucho un programa de radio norteamericano para poder presentarme con garantías a un examen de inglés. Escucho un reportaje sobre los buscadores de Internet y deslizan, como el que no quiere la cosa, el paradigma de la gestión democrática de la información en Internet. Esta visión “igualitaria” consiste en la idea que, aunque las páginas webs sean de acceso universal, la gran cantidad de información disponible hace imprescindible una guía de la misma: Una forma de separar el trigo de la paja. Y es entonces donde aparece el componente de control que denominan “democrático”: Al basar estas guías (buscadores) en los enlaces o referencias que otras webs hacen de la información, la importancia de las webs viene dada por los “votos” de otras (y en último término de las personas que las crean) En teoría no hay una jerarquía natural o privilegios adquiridos, no hay adscripción aristocrática o grupos favorecidos por alguna autoridad.
Este sistema es, grosso modo, el que sigue mi adorado Google. Esta compañía desarrolló un algoritmo (un programa o sistema de búsqueda e índice) en el que, entre otras cosas, se tiene en cuenta la aparición de las palabras de búsqueda en las webs y una ponderación de la importancia de las mismas siguiendo el sistema de citas. (Repito que es algo más complicado, hasta el punto que el propio algoritmo, que es secreto, es el principal activo de la empresa). Este efectivo sistema es el que ha dado fama universal a Google, compañía que se financia con los anuncios asociados (enlaces patrocinados) a cada búsqueda, anuncios que no tienen un origen “democrático”. De esta forma, por un lado se tienen las búsquedas del algoritmo impersonal (“automático y democrático”) y por otro, los enlaces-anuncios, pagados por los dueños de la webs interesadas en atraer visitantes.
La idea de esta jerarquía participativa fomenta la imagen –desde mi punto de vista, errónea- de que la mejor forma de obtener la información más relevante es aquella que consulta a un mayor número de personas. La “democratización” consiste en someterse a al juicio del mayor número de personas, frente a una opción más elitista o aristocrática en la que unas pocas personas u organizaciones deciden qué es lo importante.
Por supuesto, no hace falta decir que estos dos polos no son más que “tipos ideales”, tal y como los desarrolló el gran Max Weber. No son más que construcciones –marcos- conceptuales que nos ayudan a orientarnos en la comprensión de la realidad empírica. De esta forma podemos orientarnos ante una realidad “inabarcable”: Google también usa una ponderación por la importancia de la página de referencia; un directorio de alguna web oficial puede ser sistemáticamente obviado o ignorado si deja de dar enlaces relevantes.
Otro día continúo con la idea…
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