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No War Blog: Madrid, Baghdad, Washington

Cuando Casandra vio el caballo de madera ante las murallas de Troya y masculló «Desconfío de los griegos», dio una lección muy sabia, pero también muy inútil: los demás se fiaron. Y así les fue.

Esto que digo del periodismo es de igual aplicación en cualquier otro campo de la humana actividad, y muy especialmente en la política. Recordemos una vez más la aguda observación que incluyó Julio César en su De Bello Gallico: «Fere libenter homines id quod volunt credunt». Los hombres tienden a creer aquello que les conviene. Javier Ortiz. Apuntes del natural 19 marzo 2003. (www.javierortiz.net)

Ambos comentarios tienen un nexo común y una divergencia fundamental. El nexo, aparte del obvio sentido político, tiene que ver con la visión mecánica de la realidad política. Mejor podría calificarse como «mecanicista». El mundo es como un reloj, con una maquinaria compleja. No sabemos cómo funciona. Probablemente nunca lo sabremos, pero siempre funcionará de la misma forma. Con paciencia, investigación y memoria (esa cosa que nos ayuda a comparar el presente con todo lo que hemos visto) podremos vislumbrar y prever lo que puede pasar y por qué pasará.

Es posible que no sepamos qué pasó la semana pasada para que se produjera la victoria del PSOE en las elecciones nacionales. Ninguno de ellos aspira ni a saberlo ni a imponer su punto de vista. Pero yo añadiría una visión más individual al análisis. Los individuos deciden (individualmente) a quién votan. Y esa es toda la democracia asegurada, puesto que toda la demás hay que conquistarla. Sin olvidar que, posterior y periódicamente, hay que ejercerla para que no desaparezca. Pero ese es otro tema, otro contenido de la democracia, algo más prescriptivo o voluntarista que descriptivo.

¿Cómo saber la forma en la que los individuos han decidido su voto? ¿Cómo agregar todas esas razones para llegar a una conclusión? La sociedad masa, con sus cauces de convencimientos masivos, con sus posibles «manipulaciones» y los análisis perfectamente «evidentes» de lo que ha pasado, la sociedad masa es un modelo de realidad sumamente peligroso. Un modelo que puede arrastrar a una de las grandes críticas autoritarias: el populismo. Desde Tucídides hasta Beck, sin olvidar a mis queridos Rousseau y Kant, toda una tradición de gente lista habla de ese peligro. Como se acepta la ficción de que el pueblo tiene esencia más allá de los individuos que lo componen, las atribuciones subsiguientes están cargadas de una visión de la realidad muy muy específica. Es imposible sustraerse a ese punto de partida.

¿Cuántos cambiaron su voto por miedo a Al-Qaeda? ¿Y por la política del PP esos días? ¿Y por la participación de España en el conflicto? ¿Y por los ojos azules de Zapatero? ¿Y por el Prestige? ¿Y por la llamada al voto del sábado de un dirigente socialista ( pocas horas después de los atentados)?… ¿Cómo evaluar estas cifras? ¿Hace esto posible una evaluación del electorado? Precisamente esa es una de las características de las elecciones generales: Limita todos los matices sobre las preferencias de los electores a la elección de una lista u otra. No creo que esto sea intrínsecamente malo o bueno, pero convendría no olvidarlo.

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