El aire acondicionado y Peter Sellers

Misterios de la vida: el aire acondicionado de mi despacho funciona como quiere. Además de obedecer diligentemente a los cortes que sufren todos los compañeros de mi pasillo, sufre algunas paradas y marchas autónomas. He puesto todas las opciones de mi mando a distancia exactamente igual que las de mi compañera de enfrente, la simpática Alicia, y nada.

Nada importa: esta semana me traen el aire acondicionado a casa, es decir, paso al club de los derrochadores de energía y al de los que duermen por la noche en mi bloque, forzado por mis vecinos de abajo y de enfrente (que tienen los aparatos de aire más ruidosos del mundo)

Una de las razones por las que una película como “El guateque” (The party) sigue teniendo garra (para mí) no es la acumulación de bromas físicas como las del cine mudo. El talento de los que la hicieron crearon un personaje torpe, pero con la capacidad suficiente de crear empatía a ratos, como en el caso de la escena en del cuarto de baño, cuando todo se vuelve en su contra: el mundo lo sabotea a través de un rollo de papel higiénico, un inodoro que no para de echar agua, que se rompe y se atasca, un cuadro que se cae, una mujer que llama a la puerta,… no son más que bromas, pero son la pesadilla de un paranoico victimista.

Yo, feliz con las cosas que se me avecinan esta semana: me traen mis estanterías nuevas para mis libros amontonados (y para la salud mental de Eva), instalan el aire acondicionado en casa, viene una amiga, y el primer borrador del capítulo 2 estará terminado…

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