Cuando en medio de la noche tu hijo se despierta llorando porque tiene hambre y tienes leche para calmarle, sabes que tienes suerte en la vida. Y lo sabes porque al dárselo y al dormirse en tus brazos, no puede ser una recompensa por tu trabajo o mérito tuyo: Tienes más de lo que te mereces.
¿A quién se lo agradeces?
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